Si te llamas Araceli…

Ya lo dice la coplilla que una y otra vez se desgrana cuando la apoteosis llega a la calle del Peso y avanza por las cuatro esquinas hasta desembocar en el inmenso mar de la Plaza Nueva…

Si te llamas Araceli

no llores ni tengas pena

porque Araceli se llama

la Patrona de Lucena.

Y así una y otra vez, entre los gritos de Araceli guapa, el himno una y otra vez repetido, el fandango que se desangra en los balcones, las flores que mueren por Ti. Así, una y otra vez, una y otra vez…

Si te llamas Araceli

no hay en ti cosa más buena

que llevar el dulce nombre

de la Virgen de Lucena.

En la Plaza Nueva, fuego y color, todo se acaba para volver a empezar y, en las hojas gastadas del tiempo quedó el estribillo que se perdió por el ferrocarril, se perdió y no volvió pero ahí queda esa letrilla que se fue por la estrecha vía del ferrocarril…

Siempre sentí que me abrasaba

el tierno amor de tu mirada

Altar del Cielo, mi dulce amor

Tú eres la Madre que quiero yo,

que quiero yo.

La noche del Aracoeli.

… Y el sol se fue y te besó antes de irse, y el añil llegó y puso la color en el ambiente bañando tu camino, efímero el añil pero llegó y contigo se quedó ese instante fugaz. El añil se fue y llegó la oscuridad queriendo imponer su manto y su negrura pero no pudo competir contigo, Velón de mil corazones, Faro encendido en el cabo de la vida. No pudo la negrura imponer su oscuridad y Tú brillaste, brillaste, brillaste y nada apagó tu Luz, aquella Luz que contigo traías desde que se abrieron las puertas, la luz nunca cesó y la noche se resolvió en tu Luz, Araceli, hasta tornarse multicolor. Ese milagro ocurre cada primer domingo de Mayo… La noche del Aracoeli.

La Luz del Altar del Cielo.

La Luz que va contigo es luz postrera de Domingo, la que lucha por penetrar las puertas de San Mateo cuando éstas, solemnes, se abren a las seis de Tu tarde y briegan y pelean por iluminar tu rostro. Esa luz que alcanza su cénit cuando atraviesas el dintel de la Mole pétrea de tu Catedral y rivaliza con los calados de tu palio de malla para colar algunos de sus rayos los cuales consiguen besar tu cara. La luz que no quiere morir en tu Día sin besar a la verdadera Luz que va sostenida en tu brazo izquierdo como Cordero Divino entregado a su Pueblo para redención eterna, la luz que no quiere irse y dar paso al añil del crepúsculo y a la tenue luna en manto de estrellas sin acariciar el rostro de la Diosa de los corazones que se están quemando por tu amor en oraciones. Tú, que eres portadora de Luz, eres besada postreramente por ese sol que antes de apagar sus rayos los lanza con más fuerza aún si cabe para rendir tributo de luz a la que es Luz de todas las Generaciones.