Un ratito de Rocío.

Y es que, en un ratito de Rocío se pueden experimentar tantas sensaciones diferentes que con palabras siempre es difícil de explicar. Un ratito de Rocío, el sábado de presentación, con las nueve hermandades más antiguas.

Cintas rojas y manos en alto recibiendo a Villamanrique, vivas emocionados en Pilas, la joya de la rocina en la carreta Palmerina, los mulos a la larga con los carros de Moguer, las campanitas de la elegante carreta de Sanlúcar, gentío levantando sus sombreros diciéndole a la Virgen el famoso «ya está aquí Triana», Carretas blancas adornadas con Triana, Umbrete y Coria, el cajón de Umbrete, carreteros ajados por el paso del tiempo y la dureza del camino, el simpecao de Coria y la grandeza de Huelva. Todo esto, en un ratito de Rocío, vean y disfruten.

Lunes de Pentecostés

El Rocío es mentira, allí se va a lo que se va.

El Rocío es vino y juerga.

El Rocío es comer y bailar.

El Rocío es señoritos a caballo.

El Rocío es sólo fanfarronear.

El Rocío, El Rocío vale más que todos vosotros, sólo su nombre vale más que toda vuestra palabrería. El Rocío es tan grande que hasta vosotros tenéis cabida.

No habéis conocido el escalofrío de la mirada de la Virgen ni lo conoceréis porque vuestro corazón es de puro hielo y del más malo de los venenos, vosotros mismos os envenenáis con vuestra sangre.

El Rocío es un silencio que recorre la marisma cuando el Simpecao de Almonte asoma por la explanada. El Rocío es la tensión de unos hombres apiñados en una reja. El Rocío es ver como la noche no puede ante su luz. El Rocío es el dulce sonido de la gaita llamando al alba. El Rocío son más de 100 salves emocionadas. El Rocío es la salve de las camaristas. El Rocío es el primer rayo de sol besando el nácar de su cara. El Rocío son las lágrimas derramadas en cada instante fugaz de su paso. El Rocío es el niño que va en volandas hasta posarse en su paso. El Rocío es un barquito velero sobre un océano de Fe. El Rocío es Almonte. Almonte es El Rocío. El Rocío es los hombros de los almonteños. El Rocío es una oración hecha sevillana lenta y «sentía». El Rocío es sentir el cansancio esperando su entrada en la ermita. El Rocío es una ermita llena de arena. El Rocío es un altar vacío y un santuario de par en par abierto. El Rocío es la vela que se quema en oración. El Rocío es una mirada baja. El Rocío son cinco letras que sin saber ni cómo ni porqué te enamoran para toda la vida.

El Rocío sólo eres Tú, ROCÍO…

La madre y maestra

Fue la primera, tras el vacío que dejó Córdoba en 1935, de la provincia sultana en echarse a caminar y fue la que volvió a amadrinar a la que pudo ser una de las más antiguas, sí, Lucena volvió a amadrinar a Córdoba en 1978 y desde 1972 Lucena es madre y maestra de la provincia de Córdoba, la primera oficialmente en echarse a caminar desde tierras cordobesas hasta la blanca ermita almonteña.

Por ello yo siempre digo que es la madre y maestra, con sus luces y sus sombras como en toda familia pero en los últimos años con fulgores resplandecientes; con los fulgores con los que resplandece brilla, como dice el emblema oficial de la ciudad, con luz propia en las arenas del Rocío. Una hermandad con cada vez más predicamento con más gente rendida a ella «algo tendrá el agua cuando la bendicen» dicen los mayores y, en el caso de Lucena, bien cierto que es así.

No soy hermano desde hace años, cosas de la vida, pero siempre ha sido la hermandad que ha ocupado mi corazón rociero, un rociero un tanto peculicar soy yo que se aleja de todos los estereotipos de la romería pero cada Lunes de Pentecostés por la mañana cuando la Virgen se acerca al simpecao rojo y oro de Lucena, simpecado en el que van prendidas muchas puntadas de la persona que me trajo a este mundo, para mí es uno de los momentos más especiales que pueda tener el calendario. No hay para mí en El Rocío otro momento como ese momento, cuando la Virgen devuelve la visita a la Madre y Maestra de la provincia de Córdoba que se postra ante Ella.

Así se marchó Lucena, cada año con más y más esplendor, caminito de la Aldea Prometida.

 

Córdoba, la primera.

La primera se echa a caminar, Córdoba.

Nueve días con sus noches de camino y ya se vió el año pasado, nada ni nadie puede con la devoción rociera, con la de verdad no con la inventada. Todas las hermandades pasaron momentos difíciles pero nueve días de agua son muchos días para calarse hasta los huesos. Este año la lluvia ni está ni se le espera pero el calor por el asfalto y por las arenas será duro pero ¿acaso importa? ya se ha demostrado que no, dando una palmada sobre la mesa y un escarmiento a los de la lengua ligera sobre lo que de verdad es la devoción rociera.

Nueve días con sus noches se irá la hermandad de la ciudad más hermosa del mundo a caminar por las arenas en compañía de San Rafael, su custodio y bajo el manto protector de la chiquita Fuensanta para llegar al son de campanitas hasta la calle Ajolí y hasta las plantas de la que le da el verdadero sentido a este sinsentido. Me lo decía ayer Rafa Carmona: «si nos pagaran por esto nos costaría hasta trabajo pero el veneno que llevamos dentro es el que nos empuja». Es cierto Rafa, esto es un veneno y hay muchas maneras de inocular ese veneno al cual sólo le da sentido la que está en su paso esperándonos año tras año en su altar marismeño.

Córdoba se echa a caminar y cuando Córdoba se va el tiempo se detiene, que se preparen los caminos para la estela que dejará tras de sí el «simpecao» blanco y oro de la ciudad más hermosa del Mundo.